viernes, 26 de noviembre de 2010

Murakami y el cine

Existe un escritor en Japón que me lleva con él a donde quiere, que me impregna y me traspasa. Un hombre que habla de soledades acompañadas de gatos y de buena música, de amores imposibles y de vidas insulsas.
Escribió un relato que se publicó en castellano en Sauce ciego, mujer dormida (Tusquets). Es "Tony Takitani": la historia de un hombre solitario que creyó poder derrumbar esa soledad pero a quien la vida le enseñó que ese tipo de soledad se lleva inscrita en los huesos. En 2004 Jun Ichikawa decidió hacer una película basándose en ese relato de los años '80. Y le salió bien.
Se trata de una película que  mantiene ese intimismo de la obra de Murakami. Las imágenes acarician tanto como las palabras, pues el texto es leído casi literalmente. Excepto al final...en que sobra una escena.
Un hombre extraño, silencioso y tranquilo. Una mujer joven, bella y eternamente vacía. Dolor...y más soledad.
El escenario son colores cálidos que transmiten frío. La decoración muy del tipo del norte de Europa: paredes limpias, pequeños toques de color, sobriedad y elegancia de la madera.
El tempo es lento...como la vida. Se masca la tragedia.
En realidad el regusto que deja no es tan satisfactorio como las lecturas de Murakami, pero no es una mala puesta en escena y la estética -que a mí me es indispensable- inmejorable o, al menos, estupenda.




Escena a destacar: Tony frente al cielo. Sólo. Como siempre...

Estos sentimientos siempre me sobrecogen.

1 comentario:

  1. A veces uno se equivoca, pero sabe rectificar a tiempo. Y rectifica porque ama algo, porque ansía una vida, porque no quiera dejar perder lo único que da sentido a sus pasos. Ya está en ello. Su camino empieza ya. Quiere una caracola. Vive en Nagorta.

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