martes, 5 de abril de 2011

Glorioso Benedetti

En realidad, tengo más cosas que contar pero esta mañana, esperando en la odiosa "sala de espera" de un médico que siempre me hace aguantar durante una hora más de lo que debería en ese habitáculo rodeada de viejas con incontinencias; he terminado un libro. Se trata de Gracias por el fuego, del difunto Benedetti.
Los latinoamericanos (o sudamericanos) -no sé qué es lo polite-, suelen tener una fasatidiosa pedantería a veces para escribir. Una densidad y melosidad que a veces se me pega al paladar y me llena de cansancio. Me cansan un poco cuando los leo, van demasiado lentos y con palabrería demasiado barroca. Aunque Rayuela me gustó, igual que los poemas de Neruda...en fin, indecisión. Desde luego a Borges no me he enfrentado, aunque sí a Echenique que me agotó. Pero ni por asomo Juan Rulfo...dejémoslo, que quería hablar de Gracias por el fuego. Son 15 capítulos. Los doce primeros un tanto "hastiantes", aunque esta vez creo que sea a propósito pues la acción y el desenfreno de los últimos tres es trepidante. ¿La historia? Sencilla, contada con sinceridad y coherencia. Un hombre podrido de dinero, que lo pudre todo a su paso y a quien su propio hijo odia. Éste un cobarde que se va doblegando suavemente a ese yugo del detritus de la avaricia y, de pronto, se da cuenta de que perdió a su papá, a su mamá y toda su dignidad. Se vendió al demonio: su padre; igual que se vende a sus clientas, a las que se folla para no perder clientes. Para más guasa, su hijo es más bien rojo y él, pobrecito, está enamorado de la mujer de su hermano. Asesinato final frustrado y suicidio desolador huyendo de su camino como salvador del Uruguay. Aunque, eso sí, hace ver a su padre la realidad, aunque éste no varíe en su oscuro imperio y muestra así a la amante de éste, que hay otra vía, que es posible hacer algo mejor que someterse al capitalismo corrupto de ese viejo pellejoso.
No podía contener la emoción en la puta sala de espera. Ha sido maravilloso. Digno de lectura, digno de devoción, digno de mucho más que de este pobre comentario.
Al final, nada.

Y no quiero estropear esta entrada con nada más.

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