En realidad, esta entrada quería ser de escultura. Sin embargo, Rodrigo me quitó la exclusiva y si te paseas por su blog puedes ver un buen comentario y buenas fotos de la obra de Gerhard Demetz. Yo, en cualquier caso, añado las (no-muy-buenas) fotos que hice en su exposición en Valladolid. ¿Por qué me gusta? Porque me traspasa, me hace ver a través de ella, se me hace transparente la realidad del vacío, de discriminación, de violencia, de NADA. Una magnífica forma, un espectacular montaje, una absoluta discreción en el color salvo donde hace falta, un desapercibido hueco que se repite, que deshace y da forma. Ya paro. Véanlo en el -por cierto, maravilloso- Apartamento Stroszek
A parte de todo esto yo, en realidad, quería hablaros (antes de que me quiten la exclusiva) de un cineasta del que estoy profundamente enamorada: Louis Malle. Dos años -1963 y 1971- han bastado para volverme loca. Es mi nuevo semidiós. Dos películas de su etapa en Francia -Fuego Fatuo y El soplo al corazón- han sido suficientes. La primera la vi al acabar mi estancia en Paris, lo cual hace que sea mayor delicia. La segunda, ayer, con unos amigos en mi casa -como tantas otras veces-. ¿Temas? El suicidio, la locura, la burguesía, la amistad, la familia, el snobismo, la medicina, la infidelidad, la insurrección político-social, el sexo...maravilloso. Lea Massari da vida a Clara, una atractivísima italiana poco pudorosa casada con un ginecólogo de aire conservador. De sus tres hijos, dos están un poco perdidos e intentan, asimismo, perder al joven y estudioso Laurent -Lorenzo o Renzino para la mamma- procurándole alcohol, tabaco y mujeres. El despertar de la adolescencia en los años cincuenta. Diálogos divertidos y despiertos, un crítica elegante de la sociedad francesa y un desenlace turbio y delicioso que finaliza en una agradabilísima y risible escena que me hizo arrancarme en aplausos de emoción del asiento al ver escrito en blanco sobre negro FIN. Referencias constantes a Camus y al surrealista Crevel amenizado con Charlie Parkers y Dizzie Gillespies...DELICIOSA.
Este escultor es todo un descubrimiento. No sólo por la belleza estética de cada una de sus obras, también por la mierda/NADA que hay detrás de cada una de ellas -esa mierda/NADA de la que has hablado en esta entrada-. Esa suciedad dentro de la belleza, dentro de lo estéticamente bello, es realmente atractiva y terrorífica.
ResponderEliminarY mi opinión respecto a "Un soplo en el corazón" ya la sabes -la supiste ayer-. Louis Malle es de lo poco pasable dentro -y fuera- de la Nouvelle Vague (y post-Nouvelle Vague). ¿Quién se salva? Tú ya los conoces. Sólo Truffaut, Rohmer, el Chabrol de los 70, Malle y poco más.
Siempre desde nuestro Apartamento, yéndonos continuamente a donde nadie...
Rodrigo Simón.
mil gracias por tus palabras! y por pasearte por este pequeño cuarto!
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